EMILIANO ZAPATA

Nació el 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco, Morelos y falleció el 10 de abril de 1919 en Chinameca, Morelos. Conocido como el Caudillo del Sur, fue uno de los líderes militares más importantes durante la Revolución mexicana, comandó un importante ejército durante la revolución, el Ejército Libertador del Sur. Hijo de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, y formó parte de una familia campesina.


En 1897 Zapata fue arrestado por participar en una protesta contra la usurpación de tierras campesinas. Al ser perdonado continuó agitando a los indígenas de la región, por lo que fue incorporado al 9° Regimiento del ejército, bajo el mando directo de Ignacio de la Torre, yerno del presidente Díaz.

En septiembre de 1909 Emiliano Zapata fue electo presidente de la junta de defensa de las tierras de Anenecuilco, donde empezaría a analizar documentos que se originaron en el virreinato que acreditaban los derechos de propiedad de los pueblos sobre sus tierras, los cuales habían sido negados por las Leyes de Reforma, sobre todo la Ley Lerdo que obligo a las corporaciones civiles a vender o ser expropiadas las tierras improductivas, lo cual fue motivo en su tiempo del apoyo de varios líderes indígenas como Tomás Mejía a los gobiernos conservadores mexicanos y al Segundo Imperio Mexicano, estas leyes además fueron aprovechadas por varias personas para acrecentar sus tierras de manera ilegal al solicitar la propiedad de zonas comunales que los pueblos no trabajaban, por esto se convertiría, de esa manera, en dirigente agrario de Morelos, su estado natal. Es en estas fechas donde acuña lo que sería el lema durante su campaña revolucionaria: “Tierra y Libertad”, frase con la que firmaba todos los documentos oficiales como dirigente agrario. Su primera aparición política ajena a su mundo campesino fue en las elecciones para gobernador de Morelos en 1909, cuando apoyó al candidato de la oposición, Patricio Leyva, en contra del de los latifundistas, Pablo Escandón y Barrón.

Madero fue electo presidente en 1911 y se reunió de nuevo con Zapata, sin lograr este último que Madero aplicara una reforma agraria integral. Con la ayuda de un maestro, Otilio Montaño, Zapata preparó el Plan de Ayala, el cual declaraba a Madero incapaz de cumplir con los objetivos de la Revolución. Los signantes del plan renovaron las consignas de la Revolución y prometieron designar a un presidente provisional hasta que hubiesen elecciones. Asimismo, se fijaron la meta de recuperar las tierras ejidales quitándoles un tercio a los terrenos de las haciendas y repartiéndolas entre las comunidades. Aquellos hacendados que se rehusaran a aceptar el plan verían sus tierras expropiadas sin compensación alguna.

Cuando Victoriano Huerta asesinó a Madero en 1913, Zapata y sus hombres arribaron a la Ciudad de México y se rehusaron a unirse al gobierno de Huerta. Esto provocó que Huerta no pudiese enviar todas sus tropas al norte a combatir a Venustiano Carranza y el Ejército Constitucionalista, por lo que un año después de haber asumido el poder, Victoriano Huerta, acorralado por sus oponentes, abandonó el país.


Al caer Huerta, Zapata invitó a los Constitucionalistas a aceptara su Plan de Ayala y les advirtió que continuaría peleando por su cuenta hasta que el plan se cumpliera.

En los primeros meses de 1914, Zapata tomó Jonacatepec y Chilpancingo, y ese mismo año su ejército constaba ya de 27,000 hombres, por lo que para abril ya había controlado por completo el estado de Morelos y algunos lugares de Guerrero. Poco después conquistó Cuernavaca y para junio se acercó a la Ciudad de México, ocupando Cuajimalpa, Xochimilco y Milpa Alta, amagando a esta ciudad. Sin embargo, las fuerzas constitucionalistas les cerraron el paso, al ocupar la Ciudad de México antes que las propias zapatistas, las cuales se encontraban más cerca. En septiembre, Venustiano Carranza envió a Juan Sarabia, a Antonio I. Villarreal y a Luis Cabrera a conferenciar con Emiliano Zapata, pero nuevamente el caudillo suriano exigió la renuncia de Venustiano Carranza al Poder Ejecutivo, y el reconocimiento del Plan de Ayala. Los emisarios, como toda respuesta, abandonaron su campamento y el estado, pues Carranza rechazó rotundamente sus peticiones, calificándolas de "inadecuadas".


                                                                 


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